- A la mierda - Dijo casi gritando y echo su carga al suelo - No soy feliz haciendo esto, al carajo, me voy, renuncio.
Todas las demás hormigas se sorprendieron. Perplejas no sabían que pasaba. Una de ellas (la más vieja) comenzó a hablar a su compañera desertora.
- Mira - le dijo con una cara llena de repulsión, que solo las hormigas saben hacer - nosotras las trabajadoras vivimos para esto, trabajamos todos los días por la reina que nos dio la vida, que mantiene la colonia y que nos asegura la continuidad de nuestra especie.
- Que me importa - respondió la primera hormiga - ya lo dije me largo, al diablo la reina. No soy feliz, nunca lo fui, prefiero la muerte a seguir sirviendo a la jodida reina.
Termino se fue por el lado contrario del hormiguero, la hormiga vieja aun más perpleja se abalanzo sobre su compañera, las demás la siguieron y la mataron.
Más tarde un emisario informo a la reina del hecho, ella escucho atenta la historia y cuando la dejaron sola dijo en voz baja.
- Ojala tambien me hubieran matado a mi, porque soy igual de infeliz.
Entrevistas cartoneras: Fabián Aruquipa
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La frontera entre la inocencia y la decadencia
La poesía como un espacio incómodo:
Fabián Aruquipa habla de lo folklórico y lo marginal
*¡Felicidades...
Hace 2 días.
1 comentarios:
Pobre hormiga reyna (la de este cuento) no tiene ni quién se anime a facilitarle la vida quitándosela.
Bonito cuento.
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